jueves, noviembre 24, 2005

Una visita a las dunas y el borde costero


Hace 25 años recorría frecuentemente en bicicleta el borde costero de Reñaca a Concón; su alta calidad escénica, desde las dunas al horizonte marino, pasando por las rocas y olas rompientes, lo constituían en el paseo más cotizado por los visitantes a Viña del Mar.

Mucho antes concurría con mi padre al balneario de Los Lilenes. Allí trepábamos la duna y extenuados, en la cima, recogíamos el viento. Cuánto cielo y cuánto océano. Después, la bajada vertiginosa corriendo, que muchas veces se cortaba a mitad de camino donde quedaba enterrado en la arena. Y finalmente el mar.

A principio de los 90, supe del esfuerzo de conservación del área de las dunas y de las presiones de las empresas inmobiliarias.

Hace pocos días recorrí el sector y donde había conquistado la cima de la duna y observaba el espectáculo de aire, agua, pájaros y arena, hay una calle pavimentada y muchos edificios. El paseo del borde costero, en su mayor extensión está destruido en su mitad: una barrera de edificios reemplaza la ladera de la duna que al bajar hacia el mar se cubría de docas, cactus y arbustos. Vimos en acción una excavadora haciendo espacio a un nuevo edificio en el sector de Costa Brava.

No pude dejar de volver a sentir el desagrado y la impotencia por el panorama de destrucción. Se está construyendo y pavimentando sobre los montes de arena, sobre el extremo sur del desierto florido, sobre la memoria de miles de viñamarinos y conconinos, sobre el paseo natural cercano a la urbe.

No hay comentarios.: