jueves, mayo 25, 2006

Hay que parar las demoliciones

En nuestro mundo imbuido en una cultura de lo desechable, vamos botando a diestra y siniestra todo lo que no nos sirve, y con ello caen y caen antiguas casonas como ésta, una casa de más de 500 m2, emplazada en el centro de la manzana, en calle 2 Norte Nº 330, entre 3 y 4 Poniente, que a su vez tiene dos casitas de 171 m2 cada una en su acceso, y que será demolida en los próximos días. Al respecto me pareció interesante un artículo “Hay que parar las demoliciones” de la revista argentina Página/12, del que remarco la urgencia del problema:

El gesto de salvar el patrimonio hay que hacerlo ya. Y tiene que ser un gesto fuerte, porque la destrucción es irreversible, lo que se demuele se pierde. Cuando alguien se lleva un cuadro valioso del país, todos lamentamos que se pierda una pieza de nuestro patrimonio, pero al menos sabemos que ese cuadro sigue existiendo, está en alguna parte. Lo que se demuele no existe más ni existirá. Es como si quemaran los cuadros.

y la interesante propuesta de la Ley de los 50 años:

La Ley de los 50 Años consiste, en esencia, en ordenar que todo edificio que haya cumplido cincuenta años o más tenga que tener una autorización especial para ser demolido. La ley –o, más rigurosamente hablando, la idea– es invertir el sistema actual, en el que se puede demoler sin más cualquier cosa que no esté catalogada monumento histórico. En cierto sentido, todo edificio que haya cumplido sus 50 estaría protegido y necesitaría un permiso para ser demolido que puede ser concedido o no.

jueves, mayo 11, 2006

Palmar de Petorca

El sábado pasado visitamos el palmar de Petorca con un grupo de profesores y ayudantes de las universidades de Valparaíso y Católica de Valparaíso. Para acceder al palmar, ubicado en el valle del Petorca, salimos desde la Panamericana (ruta 5) hacia la Estación de Longotoma.

Adentrados ya en el valle, dejando atrás la vaguada costera, el sol calentaba la ruta y el automóvil. Pasado Artificio, a la altura de Pedegua, doblamos hacia la cuesta de Las Palmas, atravesando el río. (ver mapa)

Después de algunos kilómetros, el Palmar comienza a revelarse con la silueta de algunas palmas recortadas en la cresta de los cerros. Más arriba, ya entre algunas palmas que aparecen a ambos lados del camino, paramos en un quiosco en la quebrada de El Manzano y comenzamos el ascenso a pie, por un camino de tierra que lleva a alguna de las minas de cuarzo de las que se encuentran varias en el sector.


Hay una gran abundancia de palmas, quillayes y litres por toda el área de la subida. Exhaustos por el sol, la subida y el ir y venir entre las distintas especies de arbustos, hierbas, líquenes y árboles que a los ecólogos subyuga, llegamos a una meseta donde las palmas se encuentran más concentradas y se puede observar el valle. Nos llamó la atención también un amplio afloramiento de roca sobre la que crecen chaguales y unas palmas achaparradas.


Bajo el sol, todo el equipo, de izquiera a derecha: Claudio Alvarado, Aniela Chamorro, Francisco Aguirre, Lorena Flores, María Eliana Portal y Waldo Romero.

Ya de vuelta en el automóvil, seguimos el camino hasta la entrada del túnel que permite pasar hacia la Cuarta Región. Nos detuvimos a apreciar el panorama y la distribución de las palmas. Considerando los ejemplares que teníamos a la vista y las que vimos en la quebrada de El Manzano, nos pareció que el número de 500 palmas reportado para este palmar, es muy bajo; debe haber por lo mil ejemplares. Ver más fotos.

El paso del túnel fue para alguna de nuestras acompañantes lo más emocionante de la ruta. Se extiende por algo más de 1 km, y como fue construido para el uso del tren de trocha angosta, es estrecho, de una sola vía, oscuro y con curvas. Como no había semáforo o método alguno para indicar preferencia de vía, toqué la bocina, prendí las luces altas y nos adentramos con decisión. No apareció el tren, que ya no corre hace 30 años, ni algún otro vehículo, en sentido contrario, hasta salir al otro lado.

Bajando hacia el Quilimarí divisamos unos pocos ejemplares de palmas adultas aisladas. El palmar, entonces, se ubica solamente en la vertiente de exposición sur del cordón de cerros.

Seguimos bajando hacia Tilama por la ruta del antiguo ferrocarril, actualmente convertida en camino, y luego doblamos hacia la costa por el valle del Quilimarí. En cierto tramo divisamos un conjunto de palmas en lo alto de los cerros (exposición sur también). Con anteojos de larga vista, buscando la fronda iluminada lateralmente por el sol de la tarde, alcancé a contar 23 ejemplares. Asumimos que se trataba del palmar de Tilama.

Siguiendo por el camino de tierra hacia la costa, mientras conducía, mis compañeros seguían preocupados de descubrir uno que otro ejemplar aislado de palma. Los últimos tres estaban sobre el embalse de Culimo. Más abajo entramos nuevamente a la niebla que estuvo instalada todo el día en la costa.