Pequeño, de apariencia frágil y
desordenada, el espino es parte del paisaje cerril más típicamente
chileno. Abunda en laderas y quebradas pedregosas,
desde el Norte Chico hasta casi el límite con la Araucanía. Ama el sol y el
calor del verano, pero resiste estoico el frío, el viento y las heladas
del invierno. Solo una nieve pesada puede hacerle daño y por eso
sobrevive solo hasta los 1200m de altura.
Durante la época calurosa, sus pequeñísimas hojas y
potentes espinas con capaces de aprovechar la más leve humedad del aire
para hacerla su sustento. A su vez, sus largas raíces, duras y delgadas,
se internan por entre la corteza rocosa buscando las napas subterráneas de
agua. Por ello, el espino puede pasar largas temporadas de calor y
sequía sin ni una gota de agua, pero manteniendo siempre su follaje verde.
Desde antiguo, el Espino o Churque, como lo llaman en el campo, ha ofrecido su preciada sombra a
arrieros, caminantes y animales, en medio de la sequedad de los cerros de
Chile. Cabras, burros, caballos y vacas que circulan de quebrada en quebrada,
pueden verse bajo los espinales durante la temporada estival, ramoneando
sus ramas.
A su vez, durante el invierno, cuando el frío se
apodera de los montes, de sus duras ramas y raíces se hace el famoso carbón de
espino, de calidad insuperable, que da un calor largo y estable.
Con los primeros rayos de sol después del invierno, comienza su dorada
florescencia, perfumando levemente el aire y tiznando de amarillo las tardes de
primavera.
Su copa es semiesférica y puede alcanzar hasta los
seis metros de altura, con raíces de la misma profundidad que
forman un enmarañado vegetal que hace de muro de contención natural
en la ladera de los cerros, evitando aluviones y desprendimientos.
Las ramas de espinos son también el sitio predilecto
de las aves para hacer sus nidos, las que gustan comer de sus bayas.
Se reproduce por semillas, las cuales son diseminadas
en las bostas de aves y animales. Germina en suelos pobres y secos. En los
jardines soleados exige muy poco y se da estupendamente. Sin embargo, es
muy difícil transplantar ejemplares silvestres debido al largo de sus raíces.
De crecimiento lentísimo, el espino alcanza edades bastante avanzadas. Por
ello, debe agradecerse si le toca en suerte tener uno o más ejemplares cerca.
Sus raíces, por lo demás, nunca asoman a la tierra, por tanto pueden
construirse casas y caminos cerca de espinales, sin problemas. La madera
de espino es durísima y resistente, pero de piezas cortas, por lo que resulta
ideal para la fabricación de objetos torneados y contundentes. El más famoso de
ellos, el trompo chileno, llamado también “corazón de espino”.
El bosque de espinos se puede encontrar puro, en las
estepas semidesérticas de más al norte, o asociados al bosque esclerófilo de la
precordillera andina, en compañía de sus amigos, los quillayes, litres y
peumos. En la región Metropolitana puede vérsele en los cerros de Renca,cerro
San Cristóbal, altos de Peñalolén; Parque Mahuida, Quebrada de Macul y en
prácticamente todos los faldeos cordilleranos de los Andes y la vertiente interior
de la Cordillera de la Costa.